Chino Mandarín: ese es el idioma oficial de la República Popular China con una historia de más de 4.000 años. Un dialecto original de Beijing que, según las estadísticas oficiales, es la lengua más hablada del mundo.
Texto y fotografías de
José Vicente Castelló
何维柯
El chino mandarín pertenece a la familia lingüística Sino-tibetana y, tras una historia de miles de años, fue oficialmente adoptada como lengua de la República Popular China tras su fundación el 1 de octubre de 1949 con el propósito de crear un idioma común para que todos los habitantes de China pudieran entenderse formalmente y es, además, una de las seis lenguas oficiales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) junto con el árabe, español, francés, inglés y ruso. La unificación de las diferentes variedades del chino en una sola lengua obedeció en realidad más a razones políticas que lingüísticas, pues con ello se pretendía crear una identidad nacional unificada de la que se carecía hasta entonces.
Las estadísticas aseguran que el chino mandarín es hablado por todos los habitantes de China, es decir, más de 1.300 millones de personas, siendo así el idioma más utilizado del mundo, seguido del hindi, del inglés y del español. Sin embargo, la realidad demuestra que sólo una parte de los chinos habla mandarín –se calcula que unos 840 millones-, es decir, los que habitan en Pekín o su área de influencia en el norte del país y en el centro, mientras que en el resto del territorio si no lo hablan, sí son capaces de entenderlo.
El idioma chino, considerado por ellos mismos también como el más difícil del mundo, está compuesto por decenas de miles de distintos caracteres –hanzi (汉字)- que bien solos, bien en grupos de dos o tres tienen significado propio.
El chino mandarín, considerado por ellos mismos también como el más difícil del mundo, está compuesto por decenas de miles de distintos caracteres –hanzi (汉字)- que bien solos, bien en grupos de dos o tres tienen significado propio. Cada caracter es un concepto que representa una palabra monosilábica o una sílaba de una palabra más larga. Su evolución ha sido constante y variada. Así en la actualidad existen dos formas distintas de escribir los caracteres, una la forma simplificada -utilizado en China tras la Revolución Cultural con el fin de que fuera estudiado por la inmensa población y erradicar el analfabetismo-, y otro complicado o tradicional -utilizado primordialmente en Hong Kong, Macao, Singapur y Taiwán-.
Gramaticalmente el idioma chino no es demasiado complicado, incluso algunos filólogos afirman que el chino carece de una gramática bien definida. El caso es que ciertas normas o usos más o menos aceptados sí que existen dándole un carácter gramatical de contexto. Podríamos decir que la única pega o dificultad sería el uso de los clasificadores frente a un sustantivo, una especie de muletilla que hace que el nombre no vaya nunca solo y se defina dentro de un grupo familiar determinado de conceptos. Es un término bastante complicado de explicar y de entender, y no queda más remedio que aprenderlo de memoria, pues cada sustantivo tiene un clasificador distinto.
En chino mandarín los verbos no se conjugan, ni existen los tiempos pasado, presente y futuro, los sustantivos no se declinan, al no existir ni femenino ni masculino ni neutro, ni los adjetivos han de concordar en género y número. Tampoco existen los plurales, pues basta con decir cuántas cosas hay –una, siete o muchas-. Las frases básicas siguen una estructura de sujeto-verbo-predicado, haciéndolas muy parecidas al español, mientras que los adjetivos y frases descriptivas y calificativas, preceden a los sustantivos, como en inglés.
El chino posee además un verbo copulativo shi (是) -ser, en español-, que no cambia de forma con el tiempo verbal, la persona o el número. Esto último constituye una importante ventaja frente a otras lenguas en su aprendizaje, ya que uno puede formular muchas expresiones siempre que conozca cierto número de palabras y maneje algunas reglas gramaticales que son realmente muy simples.
En cuanto a su concepción oral, podemos añadir que se trata de un idioma tonal, es decir, dispone de pocos sonidos silábicos que se repiten multitud de veces y que se distinguen los unos de los otros por su tono, lo que lo convierte en un idioma especialmente musical. Existen cuatro tonos, más el neutro, que se distribuyen dependiendo de su nivel alto, ascendente, descendente-ascendente y descendente. De este modo la sílaba ma con el primer tono significa madre, con el segundo cáñamo, con el tercero caballo y con el cuarto insultar; o la sílaba wen, que puede significar tibio, escritura, besar o preguntar dependiendo del tono en que se pronuncie. Este siempre ha sido el caballo de batalla de todos los extranjeros, especialmente de los occidentales no acostumbrados a este tipo de idiomas, teniendo verdaderos problemas en distinguir un tono de otro o de confundir sus significados, por ello hay que tener mucho cuidado y no decir “te quiero besar” en vez de “te quiero preguntar” o “mi caballo cocina muy bien” en lugar de “mi madre cocina muy bien”.
Se trata de un idioma tonal, ya que dispone de pocos sonidos silábicos que se repiten multitud de veces y que se distinguen los unos de los otros por su tono, lo que lo convierte en un idioma especialmente musical.
Por lo que a su escritura se refiere, el chino está representado por miles de caracteres únicos, unos más complicados que otros. Se supone que fueron inventados hace más de 4000 años por el mítico Emperador Amarillo y se trataba de sencillos dibujos que representaban objetos. Poco a poco esos garabatos fueron evolucionando hasta lo que hoy conocemos por los caracteres actuales, que sin duda, evolucionarán igualmente dependiendo de la tecnología y las necesidades humanas en el futuro.
La lengua china es conocida en todo el mundo por su escritura en forma de caracteres pictográficos. La minoría de ellos es, en verdad, una representación estilizada de lo que representan –una casa, un carro, una persona-, mientras que su mayoría son composiciones de un significado y un sonido. Aunque se han catalogado más de 56.000 caracteres distintos, muy pocos chinos son capaces de identificar más de 12.000 de ellos. Se considera un nivel elevado cuando una persona domina más de 10.000 caracteres y un nivel intermedio entre 6.000 y 8.000, sin embargo para leer el periódico bastará con conocer de entre 2.000 a 3.000 caracteres. La gente que habita las zonas rurales de China conoce entre 1.200 y 1.500 caracteres, suficientes para no ser considerados analfabetos.
Cada carácter chino representa una sílaba hablada, haciendo que el chino se componga principalmente de palabras monosílabas, aunque por lo general también hay composiciones de éstas. Así por ejemplo, la palabra dian –electricidad- y nao –cerebro- componen el concepto de ordenador o computadora –diannao (电脑)- o el sustantivo jia –casa- junto con ren –persona- resulta en la idea de familia o familiar –jiaren (家人)-.
La escritura desarrollada en la época Shang (1600-1046 a.C.) continuó su desarrollo durante la época de la dinastía Zhou (1050-256 a.C.). Como consecuencia de la división política característica de esta época, los caracteres se desarrollaron en formas y estilos muy diversos, coexistiendo numerosas variantes para cada carácter. Al estilo de escritura de esta época se le conoce como dazhuanshu (大篆书) o «escritura de sello grande».
Con la reunificación de China bajo el Primer Emperador Qin Shi Huang (259-210 a.C.), una de las numerosas medidas de normalización afectó precisamente a la escritura. Bajo la supervisión del Primer Ministro Li Si se recopilaron listas con las formas normalizadas de los caracteres. Esta unificación del sistema de escritura dio lugar al estilo de caligrafía xiaozhuanshu (小篆书) o «escritura de sello pequeño», que utilizaba trazos más angulosos y menos circulares que los de la escritura de sello grande antigua.
Durante la dinastía Han (206 a.C.-221 d.C.) surgirían otros estilos de caligrafía que se han conservado hasta nuestros días. El lishu (隶书) o «escritura administrativa», el xingshu (行书) o “escritura semicursiva” -literalmente «corrida»-, y el caoshu (草书) o “escritura cursiva” -literalmente «de hierba»-, se refiere a caracteres rápidamente escritos con trazos sueltos y enlazados.
El último estilo caligráfico en desarrollarse fue el kaishu (楷书) o «escritura regular», que alcanzaría su forma actual durante la dinastía Wei del Norte (386-534). Éste es el estilo principal hoy en día, el que se utiliza en periódicos y libros, así como en formatos electrónicos. De ahí dio el salto al simplificado o jiantizi (简体字) que se usa actualmente en la República Popular China frente al complicado o fantizi (繁体字), usado en Hong Kong, Macao, Taiwán, Singapur, etc.
Pinyin, un apaño para entendernos
Habiendo tantos idiomas y dialectos en China lo único que realmente los une es la escritura, pues todos ellos se escriben utilizando los mismos caracteres, aunque cada persona, dependiendo de su procedencia, los pronunciará de una forma u otra. Sin embargo, los occidentales que se enfrentan por primera vez a un carácter chino son incapaces de descifrarlo y mucho menos de leerlo. Desde hace años se han creado diversos métodos de escritura latina para poder leer de un modo sencillo y preciso la pronunciación de los caracteres chinos.
El pinyin (拼音) –alfabeto fonético, literalmente significa “deletreo por sonido”- fue creado hace más de cien años para poder deletrear fonéticamente los caracteres chinos, aunque no recibió un impulso decisivo hasta 1958, cuando el Partido Comunista de China (PCCh) decidió crear la simplificación de los caracteres, y en la actualidad, no sólo es el más preciso y exacto con respecto a la pronunciación del chino estándar, sino que también es usado internacionalmente para poder escribir los nombres de personas, sobre todo el mundo de la política y los negocios, de ciudades y términos científicos. Gracias a su eficacia ha reemplazado a otros sistemas de romanización más antiguos y menos precisos tales como el Wade Giles (creado en 1859 y modificado en 1912) o el Zhuyin –más conocido como Bopomofo-.
Siguiendo las normas de esta descripción, Pekín debería escribirse Beijing –la capital del norte-, Shangai tendría que ser Shanghai –la ciudad sobre el mar o literalmente “ir al mar”- y Cantón pasaría a ser Guangzhou. Aunque la comunidad internacional ha aceptado este tipo de denominación, sobre todo la de habla inglesa, los hispanohablantes se resisten al cambio y siguen nombrando a esas ciudades con el nombre aceptado de una traducción incorrecta realizada hace siglos por unos monjes franceses.
Cada vez son más los hispanohablantes que se plantean el estudio del chino, sin embargo, todo ellos se enfrentan a un idioma con una pronunciación muy difícil y distinta a la del español. Es por ello, que el aprendizaje del pinyin al comienzo supone un arma muy importante a la hora de enfrentarse a la compleja pronunciación.
En la actualidad, el pinyin es muy útil sobre todo a la hora de estudiar el idioma chino, pues supone la base de la pronunciación y la forma más rápida de conocer cada carácter a qué tono pertenece, lo que simplifica mucho las cosas a los estudiantes occidentales. También es muy útil a la hora de usar el teclado de un ordenador o enviar mensajes de texto SMS a través de un teléfono móvil.
Cada vez son más los hispanohablantes que se plantean el estudio del chino, sin embargo, todo ellos se enfrentan a un idioma con una pronunciación muy difícil y distinta a la del español. Es por ello, que el aprendizaje del pinyin al comienzo supone un arma muy importante a la hora de enfrentarse a la compleja pronunciación de una lengua tonal y con fonemas inexistentes en español –africados, aspirados y retroflejos-. Sin embargo, sigue siendo un tema bastante desatendido y olvidado por parte tanto de los profesores que la imparten, como de los propios alumnos que prefieren emplear su tiempo en la escritura, comprensión oral o en la gramática antes que en la correcta pronunciación. No es exagerado afirmar que sin una buena pronunciación, acompañada de los sistemas acentuales y entonativos que dan como resultado una prosodia difícil de asimilar, es imposible una correcta comunicación, pues nos podemos ver en situaciones en la que una de las partes no entienda a la otra al no pronunciar correctamente o no decir el tono correspondiente.
Así pues, si un día nos acercamos hasta China saludaremos diciendo nin hao! (您好!), compraremos preguntando duoshao qian? (多少钱?) y comeremos un tazón de mifan (米饭) después de visitar la calle comercial Wangfujing (王府井) de Beijing (北京), eso sí, en una perfecta pronunciación.
El chino moderno para todos
En la actualidad, parece imprescindible en la sociedad multicultural y global en la que vivimos ampliar los conocimientos y la enseñanza del idioma chino, conocer su lengua, sus hábitos y costumbres, lo que nos llevará a mejorar en las relaciones internacionales, comerciales, a la hora de cerrar acuerdos económicos y establecer contacto directo con los ciudadanos chinos. Cada vez un número mayor de empresarios y hombres de negocio deciden comenzar sus estudios de chino en un afán por mejorar sus perspectivas y el entendimiento directo con sus contrapartes chinos sin la necesidad de usar un tercer idioma como comodín, por lo general el inglés.
Ahora bien, también es cierto que el chino mandarín es una lengua que precisa de un mayor tiempo de estudio y dedicación comparado con el aprendizaje de otros idiomas europeos. Lo que un estudiante consigue en 740 horas de estudio del inglés, francés o italiano para alcanzar un nivel avanzado, en idioma chino necesita 2.760 horas de clase para el nivel intermedio. Esto significa que un empresario debe dedicarle muchas horas de estudio para alcanzar un nivel suficiente como para usar la terminología económica y de negocios y así establecer relaciones comerciales fructíferas con sus socios chinos, mientras que un entusiasta del chino que desee conocer la lengua por puro interés necesitará menos horas para alcanzar un nivel tal que le sirva como medio efectivo de comunicación en situaciones normales de la vida cuotidiana.
También es cierto que debido a la dificultad del idioma, muchos estudiantes deciden centrarse más en un campo que en otro. Así, los hay que prefieren aprender la escritura -bien porque se sienten atraídos hacia ella, bien porque quieren dedicarse a la traducción escrita-, otros a la lectura de los clásicos –escritos en un lenguaje culto denominado wenyan (文言)-, y los hay también que prefieren dedicarse única y exclusivamente al lenguaje oral, pues su fin es alcanzar un nivel suficiente para mantener conversaciones de todo tipo. Desde luego, lo ideal sería poder dominar todos esos aspectos.
Además de todo eso, aprender un idioma extranjero es, a la vez, conocer y entender la cultura de la nación origen de ese idioma. Así, no es fácil explicar y hacer entender la cultura china a los estudiantes extranjeros, y especialmente a los hispanohablantes, sobre todo por la diferencia de mentalidad y de pensamiento entre el mundo chino y el hispano.
Un mar de dialectos en China
Además del chino mandarín, existen otros nueve grupos dialécticos en todo el país que a su vez se dividen en multitud de subdialectos y que regionalmente se agrupan en el wu o shanghainés –el más hablado después del putonghua-, yue o cantonés, min -de la provincia de Fuzhou-, jin, xiang o hunanés –de la provincia de Hunan-, hakka o kejia, gan, hui y, finalmente, el pinghua. Vemos que en verdad se trata de varias lenguas con diferentes dialectos.
Junto a estas variedades lingüísticas se hablan en China otros idiomas específicos, tales como el tibetano, el uigur, el mongol, el tártaro o los propios de cada una de las 56 minorías étnicas chinas, haciendo que la variedad de idiomas, dialectos y subdialectos se multiplique exponencialmente en el país más poblado del planeta.
Cada uno de los diferentes dialectos que existen en China utiliza la escritura han, aunque su lectura sea muy distinta, quedando, de esta manera, unificados de algún modo, aunque el cantonés posee unos 3.000 caracteres propios distintos del mandarín. Precisamente éste era el fin de la Revolución Cultural, encauzar a toda la población hacia el uso estandarizado de una misma lengua a la que llamaron el “idioma común” o putonghua mediante su implantación en las escuelas. Usado como arma oficial debería constituir la base de la unidad de la nación china. Se asienta en los dialectos del norte y, especialmente, en el pequinés o mandarín. Aunque no todo el mundo está obligado a hablarlo sí lo entiende, sobre todo la gente joven, pudiendo mantener en cada caso su dialecto o idioma original.
Por su parte, el cantonés o idioma yue (粤语) o también guangzhouhua (广州话) es una lengua de importancia mundial, ya que además de ser hablado por los 72 millones de cantoneses, lo es también por los habitantes de Hong Kong –idioma oficial junto con el inglés-, ciudad de más de siete millones de personas que no hablan mandarín –aunque en los últimos años el Gobierno chino está haciendo un gran esfuerzo por enseñarlo-, Macao y, generalmente, entre las comunidades chinas de ultramar, sobre todo en el sudeste asiático y en la costa oeste de los Estados Unidos y Canadá.
El idioma cantonés –nombrado así en lugar de idioma yue, que sería lo más correcto, por la romanización del francés de la palabra Guangzhou (Cantón en español)- posee seis tonos de duración normal y tres de duración corta, es decir, en total nueve tonos –frente a los cuatro del mandarín, más el neutro-. Conserva un número mayor de sonidos finales frente al chino y su composición silábica permite multitud de combinaciones, pero no triptongos.
El wu (吴语), hablado principalmente en Shanghai, Jiangsu, Zhejiang, Anhui y alrededor de los afluentes del río Yangtsé (en total unos 78 millones de hablantes), sólo tiene dos tonos –ascendente y descendente-. En la actualidad, está prohibido en las escuelas y medios de comunicación, aunque se puede oír en emisoras locales de poco ámbito. La única forma de este idioma permitido en retransmisiones públicas es en la ópera local Hu (沪剧) y en su variedad ortodoxa hablada por campesinos.
Nota:
Parte de la información obtenida para elaborar este artículo ha salido de fuentes encontradas en diversas páginas webs de Internet; del artículo Los dialectos del chino, de Lina María Conde, 445515, Chino III; del manual recopilatorio La enseñanza de la lengua china como lengua extranjera en España (全国汉语教学大会), Valladolid 2007; del libro Fonología china, de Maximiano Cortés; y de otros.
Todos los recursos para aprender chino publicados en ConfucioMag: