En 1972 se descubrió en Mawangdui el cadáver milenario, todavía incorrupto, de Xin Zhui (217-168 a.C.), la “bella durmiente de Oriente”.
Un reportaje de
Yin Yiqiao
尹艺桥
El cadáver milenario, todavía incorrupto, de Xin Zhui (217-168 a.C.), la “bella durmiente de Oriente» asombró a todo el mundo. Y se convirtió en uno de los grandes enigmas de la historia de la arqueología.
Al escribir sobre Xin Zhui se debe comenzar por Mawangdui. En el este de la ciudad de Changsha, capital de la provincia meridional de Hunan, hay un terreno baldío en el que se alzan dos grandes promontorios. Como su perfil se asemeja al de una silla de montar a caballo, eran conocidos por la gente del lugar como “montículos de la silla de caballo” (maandui) y, más tarde, la zona pasó a llamarse Mawangdui.
El descubrimiento de la tumba
En 1971 se decidió construir allí un refugio subterráneo para un hospital. Durante los trabajos de excavación se desmoronó por sorpresa una parte del montículo. Lo que más asombró a quien se encontraba en ese lugar fue el misterioso gas azulado que emanaba sin cesar del interior del sector derrumbado. Los trabajadores fueron sacando de debajo de la superficie una arcilla blanda y pegajosa, de color blanco y aspecto grasiento. Este material era empleado a menudo en las sepulturas por sus excelentes propiedades para sellar. No resulta extraño entonces que el equipo de arqueólogos se encontrara con tres grandes enterramientos al comenzar los trabajos. Poco a poco, los especialistas fueron descubriendo el misterioso velo de uno de los mayores sepulcros de la Antigüedad.
El sepulcro de Xin Zhui
De los tres enterramientos, el primero era el que presentaba un mejor estado de conservación. En su parte central se encontraba la cámara sepulcral, algunas de cuyas losas pesaban más de 500 kilos. Esta cámara estaba compuesta por dos áreas. La primera era una sala interior en la que se habían depositado los restos humanos. La segunda área descubría una sala cuadrangular que custodiaba una extraordinaria colección de joyas y piezas lacadas de diferentes estilos.
En estos más de dos mil años de continuas transformaciones, los objetos hallados en esta tumba han permanecido inalterados. Parecía como si el tiempo no les hubiera hecho mella. Aún más asombroso, sin embargo, fue el descubrimiento de un vetusto pedazo de raíz de loto completamente preservado. Desgraciadamente, se desintegró al contacto con el aire durante el proceso de transporte.
Al abrir la cámara sepulcral, los especialistas comprobaron que la sepultura tenía una factura muy elaborada. Hallaron cuatro sarcófagos de madera que hicieron muy complicado su posterior despiece. Lo sorprendente fue que una vez abierto el último estrato tampoco fue posible descubrir la apariencia de la persona enterrada allí. Su cadáver se encontraba envuelto cuidadosamente por veinte capas de ropaje de muy diverso tipo y para cualquier clima.
Todos estos detalles indicaban que el personaje sepultado allí era, con bastante certeza, alguien de muy elevado estatus social. Alguien cuya sepultura habría precisado numerosa mano de obra además de enormes recursos materiales y financieros.
Hito arqueológico
Durante el largo proceso de desvelamiento, los arqueólogos se quedaron admirados por lo que iban descubriendo. El cadáver de esa mujer no era un simple puñado de huesos sino un cuerpo aún recubierto de carne y de una piel de color amarillo pálido con una textura todavía suave y elástica.
Gracias a un sello encontrado junto al cadáver los arqueólogos pudieron conocer su identidad: Xin Zhui, esposa de Li Cang (segunda mitad del s.III-185 a.C.). Li Cang fue el primer ministro del Estado de Changsha (202 a.C.- 7 d.C.) durante la dinastía Han del Oeste. El hallazgo del cadáver “inmortal” de Xin Zhui conmocionó el mundo arqueológico. Esta momia provocó un inusitado interés académico por el personaje. Se convirtió en un hito en la historia de esta disciplina científica.
Los objetos en la sepultura
Los más de mil objetos desenterrados en las tres sepulturas de Mawangdui poseen un gran valor tanto estético como cultural y académico. Entre ellos se encuentra la blusa de gasa más ligera jamás hallada de la que no se conoce la técnica de su manufactura. La pintura en forma de T sobre seda que recubría la losa de la sala interior de la cámara sepulcral constituye un raro tesoro del arte pictórico de los han.
Los especímenes de animales y plantas, las pequeñas figurillas de madera, las varillas de bambú, los instrumentos musicales o los sellos, entre muchos otros objetos funerarios, reflejan con su refinada factura un elevado nivel y un alto desarrollo técnico. Gracias a todos estos testimonios históricos se puede reconstruir de manera fidedigna la sociedad y la cultura de la época.
El reposo final de Xin Zhui
Dos mil años después, Xin Zhui reposa tranquilamente en el Museo provincial de Hunan. Allí atrae a numerosos curiosos llegados de todos los rincones del mundo deseosos de explorar sus arcaicos secretos. Al contemplar desde cerca este cuerpo que interpela desde un pasado remoto, al visitante le resulta imposible evitar que su mente divague. Hay numerosas preguntas por responder. “¿Qué tipo de existencia llevó Xin Zhui? ¿Cómo murió? ¿Quién le construyó esa suntuosa sepultura? ¿Cuál es el secreto de su cadáver incorrupto?” Su presencia, así pues, también es fuente de infinita inspiración. Muchas de esas preguntas permanecen a la espera, quizás, hasta que se viaje a Changsha para averiguar las respuestas.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.
Número 55. Volumen IV. Julio de 2019.