La isla más grande situada en el centro del lago del Oeste (西湖, Xīhú), es conocida como “la isla de los tres estanques que reflejan la luna” (三潭印月岛), pues es en este lugar donde se encuentra el paisaje del lago con el que comparte nombre. La ínsula goza de una belleza envidiable pues, no en vano, es comúnmente considerada el emplazamiento más hermoso del estanque. Está conectada por un puente de nueve arcos de norte a sur y por un dique de tierra construido de este a oeste.
Reportaje de
Peng Yirui
彭伊睿
La isla más grande situada en el centro del lago del Oeste es conocida como “la isla de los tres estanques que reflejan la luna” (三潭印月岛), pues es en este lugar donde se encuentra el paisaje del lago con el que comparte nombre. La ínsula goza de una belleza envidiable pues, no en vano, es comúnmente considerada el emplazamiento más hermoso del estanque. Está conectada por un puente de nueve arcos de norte a sur y por un dique de tierra construido de este a oeste.
Los tres estanques que reflejan la luna han sido protagonistas de diversas leyendas a lo largo de la historia de China. Hay quien sostiene que su origen procede del mito, según el cual el gran escritor Su Dongbo (苏东坡) dragó el lago del Oeste y, posteriormente, construyó en el centro tres pagodas de piedra para comprobar la calidad de los sedimentos del lago. Las pagodas presentaban forma de calabaza de peregrino y cada una de ellas tenía cinco cavidades. Al encenderse llamas dentro de ellas proyectaban en la lejanía una imagen muy parecida a la luz de la Luna. De hecho, era casi imposible discernir si la imagen era real o no cuando se veía reflejada sobre la superficie del lago.
Cuenta otra leyenda que una vez el famoso carpintero chino Lu Ban (鲁班) se llevó a su hermana pequeña a Hangzhou. Allí alquiló una tienda y reclutó a una gran cantidad de jóvenes como aprendices. El negocio le hizo prosperar y sus alumnos progresaban de forma muy satisfactoria. Un día, de repente, se desató una intensa tormenta, numerosas nubes negras cubrieron el cielo y, en cuestión de segundos, descargaron toda el agua que almacenaban e inundaron una parte importante de lo que entonces era la ciudad de Hangzhou (杭州), la capital de Zhejiang. El responsable de la catástrofe resultó ser, en realidad, un monstruoso pez cabeza de serpiente que esporádicamente despertaba de su letargo bajo las profundidades del lago del Oeste y salía a la superficie para provocar grandes tormentas. Lu Ban, aterrorizado, decidió llevar a su hermana y a sus aprendices a la montaña, gracias a lo cual lograron sobrevivir.
Inesperadamente, el monstruo quedó cautivado por la belleza de la hermana de Lu Ban, por lo que tomó la forma de una persona y amenazó al carpintero: “si no casas a tu hermana conmigo, desataré el diluvio más grande que haya existido jamás. ¡La ciudad de Hangzhou quedará sumergida bajo el agua!” Ante la comprometedora situación, Lu Ban fue capaz de reaccionar astutamente y engañó al pez: “mi hermana no es una muchacha cualquiera, si de verdad deseas casarte con ella, tendré que prepararle una buena dote. Cuando lo haga, te concederé su mano si así lo deseas”. Lu Ban comenzó entonces a estudiar en secreto las dimensiones del lago del Oeste y, posteriormente, se llevó de nuevo a su hermana y a sus aprendices a la montaña, pero, esta vez, a preparar la dote de la boda. La afanosa tarea duró 49 días, tras los que logró reunir el obsequio: un quemador de incienso de gran tamaño.
La siguiente ocasión en la que el monstruoso pez se dejó ver, la hermana de Lu Ban le dijo: “primero has de llevarte el quemador de incienso al que será nuestro hogar y colocarlo en un buen sitio. Luego deberás ir a buscarme con un palanquín nupcial”. Tras escuchar sus demandas, el pez originó un remolino en el que envolvió el quemador de incienso para transportarlo a las profundidades del lago. Sin embargo, una vez depositado en su interior, el enorme objeto tapó completamente la superficie que el lago ocupaba. El monstruo quedó atrapado bajo el inmenso objeto y, siendo incapaz de ascender a la superficie para respirar, murió bajo el agua. El quemador también acabó confinado bajo el lodo del lago, quedando tan solo expuestas tres de sus esquinas, que forman las tres pagodas que se han mantenido erguidas hasta hoy.
En la noche del Medio Otoño, cuando la luna es más grande, redonda y brillante, es el momento más adecuado para remar por las aguas del lago. En esa noche, 15 velas resplandecen en cada una de las tres pagodas, protegidas por finas capas de papel que tapan las cavidades en las que se encuentran. Cuando su luz abandona las siluetas para iluminar el lago, es posible contemplar cómo sobre su superficie se dibujan 33 lunas: la que nos alumbra desde el firmamento y su reflejo en el agua, las 15 pequeñas que salen de las pagodas y los 15 destellos que proyectan en el lago y, por último, aquella que brilla en el corazón de todos sus espectadores. La luna del cielo, las de las pagodas, las del agua y la del corazón están estrechamente vinculadas, pues los visitantes del lugar no solo se deleitan con la belleza de la imagen que tienen ante sí, sino también, por el afecto que provoca en lo más profundo de sus corazones. Esta es, precisamente, la mayor peculiaridad de los tres estanques que reflejan la luna. Más que un bello paisaje, se trata de una perfecta fusión entre la naturaleza y la cultura.
Desde tiempos remotos este paisaje ha fascinado a todos sus visitantes. A finales de la década de los setenta, los certificados de intercambio de divisas del banco de China, equivalentes a 1 yuan, llevaban impresa en una de sus caras una imagen de los tres estanques que reflejan la luna. Más adelante en el tiempo, también pasó a ser protagonista de la parte posterior de los billetes de 1 yuan de la quinta generación de la divisa nacional china. Ello constituye una muestra inequívoca del valor que este lugar ha adquirido a lo largo de los siglos para este pueblo.