Wing Chun: movimiento de kung-fu.Foto: 123RF

Wing Chun: El arte del desarrollo personal

El Wing Chun es una forma de kungfú cuyo principal impulsor fue el maestro Foshan Ip Man (1893-1972).

Reportaje de
Joan Ramon Armadàs
何维柯
Ip Man enseñaba a todos sus estudiantes de manera diferente. Su manera de enseñar dependía de la habilidad natural de sus alumnnos y su personalidad. Ip Man comprendía así cómo el Wing Chun se adaptaría mejor a cada uno de ellos. Su discípulo más célebre fue el artista Bruce Lee.

El Wing Chun, el kungfú , Bruce Lee e Ip Man

La internacionalización del kungfú es en gran parte atribuible a un hombre convertido hoy en un símbolo: Bruce Lee. Él llevo el kungfú a lo más alto y todavía hoy se recuerda y reivindica su legado. Pero este actor creador de la variante del Jeet Kun Do fue tallado por un hombre y un arte marcial anterior: su maestro Ip Man. Foshan Ip Man fue el gran maestro y virtuoso de la disciplina del Wing Chun. Él y Bruce Lee son el origen de este auge mundial que puso Hong Kong y Cantón (Guandong) en un sitio destacado en el mapa del mundo.   

Wing chun: Ip Man y Bruce Lee cuando tenía 18 años. Foto: Wikipedia.
Wing chun: Ip Man y Bruce Lee cuando tenía 18 años. Foto: Wikipedia.

El origen del Wing Chun

Nadie duda que Ip Man es el hombre que llevó el Wing Chun a lo más alto. Pero esta forma de kungfú cuyo nombre significa en cantonés «admirar la bella primavera»  nació a finales del siglo XIX. El mismo Ip Man contaba al explicar el origen del Wing Chun que los albores de esta disciplina se debían buscar en la figura de dos mujeres. Estas fueron la vendedora de tofu Yim Wing Chun y la monja shaolin Ng Mui. Para limitar el desarrollo del templo Shaolin del sur, el gobierno de la dinastía Qing quemó diversos centros de culto budista forzando a maestros y alumnos a dejar la provincia de Henan, cuna del kungfú Shaolín. Cuenta la leyenda que, cerca del  monte de Tai Leung, la joven y bella Yim iba a ser forzada a casarse contra su voluntad. Asustada y contrariada ante esta imposición buscó la ayuda de la Ng Mui, una de les supervivientes del ataque a los templos budistas de Henan. La monja le enseñó a defenderse basando su técnica en la observación de las luchas entre las serpientes y las grullas. Después de este entrenamiento, Yim Wing Chun retó a su pretendiente a luchar contra ella ligando su futuro matrimonio al resultado de la batalla de manera que si ella ganaba quedaría libre de dicho compromiso. Yim, obviamente ganó, y pudo casarse con su verdadero amor, el comerciante de sal Leung Bok-Chau. 

Wing chun: esquema del palo de entrenamiento llamado «wooden dummy». Fuente: Wikipedia.
Wing chun: esquema del palo de entrenamiento llamado «wooden dummy». Fuente: Wikipedia.

Esta bonita historia es, sin embargo, solo una lejana aproximación al verdadero despertar del Wing Chun que no llega hasta ya entrado el siglo XX de la mano del maestro de Foshan Ip Man. Cuando Yip empezó a enseñar artes marciales en Foshan ya había vivido en la gran Hong Kong una temporada. Allí observó que las artes marciales tomaban diferentes formas y las distintas escuelas competían para ser consideradas la mejor opción para aprender kungfú. Pero en su tierra natal no fundó una escuela sino que, como era tradición en el kungfú shaolín, traspasó sus conocimientos a unos pocos discípulos. Pero eran tiempos agitados. La invasión japonesa y la guerra civil china obligaron a Ip Man a dejar Foshan y volver a Hong Kong donde sí que fundaría su escuela de artes marciales enseñando las técnicas del Wing Chun que aún hoy son practicadas en todos los continentes. Al principio su negocio no fue demasiado próspero. En la gran ciudad había mucha competencia y no era fácil sobresalir en un entorno en el cual había grandes escuelas ya arraigadas al territorio con experimentados e incluso famosos maestros. Pero dos hechos dieron a las lecciones de este cantonés el empujón para convertirse en leyenda. El primero es su el trato que daba a sus pupilos. Ip Man enseñaba a todos sus estudiantes de manera diferente, dependiendo de su habilidad natural, la personalidad y la comprensión de cómo sentía que el Wing Chun se adaptaría mejor a ellos. Su alumno estrella Bruce Lee inmortalizaría este concepto en la famosa frase “Be water my friend / Sé agua, amigo mío”. En el fondo el actor utiliza esta metáfora para definir uno de los conceptos básicos de ese Wing Chun. Es mejor no tener forma definida (adaptarse a las circunstancias). Así, el agua tiene forma de botella cuando entra en una botella y forma de tetera cuando está en una tetera. Siendo como el agua fluiremos y lograremos adecuarnos a las adversidades que vendrán. En conclusión, no hay una enseñanza válida universalmente pues cada persona debe utilizar las artes marciales según sus características y potencial. 

La esencia del Wing Chun

La segunda causa del éxito de Ip Man fue su método de entrenamiento. El maestro Ip no enseñaba la efectividad cortoplacista de los golpes. Prefería un entrenamiento con lentitud, paciencia y perseverancia. Antes de enseñar un golpe letal hacía practicar a sus alumnos el mismo movimiento lentamente centenares de veces. Este hecho hizo que muchos de sus discípulos lo abandonaran. Esperaban resultados rápidos. Pero la templanza y el dominio del equilibrio eran conceptos claves para el maestro. Hay que controlarse a uno mismo para poder controlar el rival. La impaciencia lleva al descontrol y a un uso inadecuado de la fuerza. Otra de las célebres aportaciones de Ip Man a las artes marciales fue el uso del maniquí de madera. Un simple tronco con extremidades artificiales era suficiente para ensayar y poner en práctica los movimientos aprendidos. El tronco conduce a la concentración y equilibrio necesarios a la vez que permite desarrollar los movimientos de las manos en contacto con las tres extremidades superiores del maniquí. Finalmente Ip Man fue reconocido y admirado en Hong Kong entre los grandes del kungfú. A pesar de ello su idea de poner paz entre las escuelas de kungfú del norte y el sur de China y unirlas sin que determinado estilo sea el ganador fracasó. A principios de diciembre del año 1972 murió a los 79 años afectado por un cáncer de garganta poco antes de la muerte que su aventajado alumno Bruce Lee. Este ya sabía lo que era el cine pero hemos tenido que esperar algunas décadas para que el séptimo arte tratara a Ip Man como se merecía. En el año 2008 el popular actor Donnie Yen se puso en la piel del maestro en una película que fue un éxito en China y en todo el mundo y que tendría su secuela en el año 2010. El mismo actor ha confirmado ya su implicación en una tercera parte que se estrenará en 2015. También el director Wong Kar Wai ha basado su reciente obra The Grandmaster en la figura de Ip Man. En esta ocasión Tony Leung y la actriz Zhang Ziyi llevan el peso interpretativo en una obra más intimista alejada de las superproducciones de acción.

wing chun
Escenas y cartel de la película Ip Man 2.

El legado

La disciplina de Ip Man, como hemos dicho, ha llegado muy lejos. En el fondo, tanto en el Wing Chun como, por ejemplo, el kungfú shaolín del que de alguna manera bebe la paz interior y la concentración de raíz budista son conceptos básicos. Es por esta razón que a lo largo de la historia los mejores en este terreno han sido monjes o han aprendido de ellos. Siendo consciente de nuestro cuerpo y de lo que lo rodea, comprendiendo qué somos y contemplamos donde estamos, maximizamos nuestra potencial. Y si combinamos esta observación con disciplina y una técnica aprendidas con el debido esfuerzo lograremos sobresalir en las artes marciales. De hecho, el Wing Chun es para muchos una manera de vivir y entender la vida. Algo que no solo sale a la luz en determinado momento de lucha sino que viaja contigo a todas horas y en todo momento. Y no nos debe resultar extraño. A nadie le parece raro que pintores como Dalí o Picasso dedicaran su vida a pintar. Pues maestros como Ip Man y tantos otros eran, de una manera distinta, también artistas. Eran artistas marciales.

wing chun
Un grupo de niños aprenden Wing Chun en una academia.

Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.
Número 23. Volumen II. Marzo de 2014.

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