El príncipe Chonger (697-628 a.C.), fue la figura más influyente de entre los antiguos héroes de Jin. Su vida y sus hazañas se narran en las Crónicas de Primaveras y Otoños (左氏春秋), uno de los “trece clásicos” del confucianismo.
Reportaje de
Alfonso Araujo
方硕
Cuando Shensheng –su hermano mayor y heredero al trono de Jin– fue asesinado, Chonger fue también atacado en la ciudad que gobernaba. Sus hombres querían luchar, pero él les negó el permiso, diciendo “por gracia de mi padre he recibido un estipendio para vivir, y así he reunido a estos hombres. Si los empleo para resistir a mi padre seré culpable de un gran crimen. ¡Será mejor exiliarme!”. De esta forma empezó su larga peregrinación por todos los antiguos estados que en aquel entonces se hallaban en constantes conflictos. Fue durante estas travesías cuando se ganó un cierto respeto.
Acompañado por cinco hombres leales, huyó primeramente a las tierras de la tribu Di, quienes le dieron asilo y le ofrecieron una esposa, pero tiempo después, Chonger se dispuso a viajar al estado de Qi (齐). Antes de partir, dijo a su esposa: “espérame por veinticinco años. Si no regreso en ese tiempo cásate de nuevo”. Ella respondió: “tengo veinticinco años, si te espero ese tiempo antes de casarme otra vez, estaré ya en mi tumba. Con tu permiso, simplemente te esperaré”. Así que Chong’er permaneció allí doce años antes de partir.
Cuando Chong’er atravesaba el estado de Wei, el soberano lo trató sin la cortesía adecuada a su rango y, al salir Chong’er de este territorio, pidió a un campesino que le obsequiara con algo de comer pero el campesino le dio un puñado de tierra. El príncipe, enfurecido, estaba a punto de flagelar a este hombre cuando Hu Yan (狐偃), uno de sus acompañantes, intercedió. “El Cielo te presenta este don,” dijo. Chong’er entonces hizo una reverencia con su cabeza, aceptó la tierra y la colocó en su carruaje.
Chonger se dispuso a viajar al estado de Qi (齐). Antes de partir, dijo a su esposa: “espérame por veinticinco años. Si no regreso en ese tiempo cásate de nuevo”. Ella respondió: “tengo veinticinco años, si te espero ese tiempo antes de casarme otra vez, estaré ya en mi tumba. Con tu permiso, simplemente te esperaré”.
Al llegar al estado de Qi, el rey le ofreció al príncipe a una de sus hijas como esposa, además de 20 carruajes y 80 caballos. Chong’er quería quedarse en Qi, pero sus seguidores, convencidos de que esto no era conveniente, se reunieron para discutir qué podían hacer para que su señor siguiera su camino así que, poniéndose de acuerdo, decidieron emborracharlo y llevárselo en un carruaje.
Más tarde Chonger llegó al estado de Cao (曹). Su soberano había oído decir que las costillas de Chong’er habían crecido juntas como una coraza y deseaba verlo con sus propios ojos. Mucho era el interés que despertaba el príncipe exiliado. La esposa de uno de los ministros de Cao le dijo a su esposo: “he observado a los seguidores de este príncipe, y son hombres tan notables que cualquiera de ellos podría ser el Primer Ministro de un reino. Al pasar el tiempo es inevitable que regresen a su propio estado y lo ayuden a recobrar su trono. Una vez ahí, podrá imponer su voluntad sobre otros estados y, seguramente, no verá con buenos ojos a aquéllos que lo desdeñaron en su exilio. ¡Que no sea éste el caso del estado de Cao! ¿Por qué no te apresuras a mostrarle la cortesía acorde a su rango?”. El ministro vio la verdad de estas palabras, así que puso la comida de Chong’er en una bandeja en el centro de la cual situó un disco de jade. El príncipe aceptó la comida pero rehusó tomar el jade.
Al llegar al estado de Zheng (郑), al igual que en Wei, el soberano lo trató sin deferencia. Uno de los ministros reprendió al duque diciéndole: “he escuchado decir que cuando el cielo abre el camino para un hombre, nadie en el mundo puede oponérsele. Hay tres pruebas que ratifican que este hijo de Jin es uno de tales casos: comúnmente, cuando un hombre y una mujer con el mismo nombre de familia se casan, sus hijos no pueden prosperar; pero este hombre, hijo de un hombre y una mujer con el nombre Jin, ya ha sido capaz de llegar tan lejos. Ha tenido que vagar en el exilio pero, sin embargo, en todo ese tiempo el cielo no ha concedido la paz al estado de Jin. Y, finalmente, sus seguidores son caballeros notables que podrían regir sobre las gentes, y sin embargo, han decidido seguirlo”.
La frase “cuando el cielo abre el camino para un hombre, nadie en el mundo puede oponérsele” es una de las más famosas del libro y parte fundamental de la idea del soberano virtuoso.
La frase “retirar mis tropas tres leguas” (退避三舍, tuìbìsānshè), que quiere decir “retroceder para evitar un conflicto”, es una expresión idiomática inspirada en este príncipe de Jin.
El episodio más famoso del exilio de Chonger fue al llegar al estado de Chu (楚). Ahí, el rey lo agasajó con un banquete y le preguntó: “dime, príncipe, si regresas un día al estado de Jin, ¿cómo recompensarás mi hospitalidad?” Chong’er respondió: “hombres y mujeres, joyas, sedas… todas estas cosas ya las tienes. ¿Qué puedo ofrecerte que no tengas ya? Si alguna vez sucede que mi reino y tu reino son forzados a tomar las armas contra el otro, por ti retiraré mi ejército a una distancia de tres días de camino. Pero si habiendo hecho esto, aún rehúsas retirar a tu vez a tu ejército, entonces tomaré mi látigo y mi arco en mi mano izquierda, mis flechas en mi mano derecha, y tendré que pelear”. Años después, esta promesa fue, en efecto, cumplida por el príncipe.
La frase “retirar mis tropas tres leguas” (退避三舍, tuìbìsānshè), que quiere decir “retroceder para evitar un conflicto”, es la segunda expresión idiomática inspirada en este príncipe de Jin.
Cuando Chong’er llegó a Qin (秦), cinco princesas fueron asignadas para atenderlo. Una de ellas le presentó una jofaina para que lavase sus manos, pero al terminar, el príncipe sacudió sus manos y la salpicó. Ella dijo, “Qin y Jin son estados iguales, ¡cómo puedes tratarme con tal falta de respeto!” Alarmado, el príncipe se quitó su ropaje superior e hizo una reverencia en la postura humilde de un prisionero.
Cuando, tras 19 años de exilio, Chong’er regresó a Jin, contaba con una reputación inmensa y había sellado alianzas con la mayoría de los estados que había visitado, por lo que no tuvo problema en reconquistar el trono; asumiendo entonces el nombre de Duque Wen de Jin (晋文公). Tanto el Duque Wen como su fiel amigo Hu Yan pasaron a la historia también como muestra de gobernantes juiciosos, que supieron entender la importancia de educar al pueblo y de dar ejemplo para crear lealtad.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.
Número 30. Volumen III. Mayo de 2015.