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Zhu Da (朱耷) vivió en el siglo XVII y tuvo un papel muy importante en la historia de la pintura china. Experto en pintura paisajista y pintura de pájaros y flores, su estilo era libre y relajado, con trazos simples y concisos.
Reportaje de
Mu Zuotong
牟佐童

Convertido en monje por la guerra
Zhu Da tenía un talento innato. Su abuelo, su padre y su tío fueron pintores, por tanto, fue influido desde pequeño por una atmósfera artística. Se dice que a los ocho años ya podía escribir poesía y a los once ya pintaba. Sin embargo, el prodigioso artista nació en una época turbulenta, justo a tiempo para vivir el caos de la guerra entre la dinastía Ming y la dinastía Qing (清, 1644-1911). A sus 19 años, la dinastía Ming fue derrotada y su padre falleció. Como descendiente de la familia real de los Ming, Zhu Da se vio obligado a ocultar su identidad, buscando refugio en bosques y montañas. A la edad de 23, tuvo la desgracia de perder a su mujer, por lo que decidió abandonar su hogar acompañado de su madre y su hermano. Se afeitó la cabeza y se cambió el nombre a Xue Ge para ingresar en un monasterio budista y vivir una vida austera como monje.
A sus 36 años, Zhu Da tenía un gran interés por la tradición taoísta china, así que acudió al monasterio taoísta Tianning, situado cerca de Nanchang. Cuando llegó, el monasterio ya había sido completamente destrozado, así que decidió reconstruirlo. Más de tres años de trabajo después, por fin terminó la construcción y le cambió el nombre a Qingyunpu (青云圃). Más tarde, pasó a llamarse Qingyunpu (青云谱; cambió el último carácter) y todavía lo mantiene así. Actualmente, el santuario de Qing-yunpu que cuenta con una estatua del artista y el memorial de Bada Shanren, se ha convertido en una popular atracción turística de la ciudad de Nanchang.

Una vida complicada
A lo largo de su vida, Zhu Da tuvo muchos nombres diferentes como “Xue Ge”, “Ge Shan”, “Lü Wu”, “Liang Yue”, “Dao Lang”, etc. Pero el nombre “Bada Shanren” (八大山人) empezó a utilizarlo en sus pinturas a partir de los 59 años y hasta su muerte a la edad de 80 años. Se dice que le gustaba mucho el clásico budista Ba daren jue jin (八大人觉经), que copiaba y recitaba para sí mismo de memoria durante su meditación. La palabra shan ren (山人), presente en su nombre, significa “monje”. Era casi como si quisiera utilizar estos cuatro caracteres para condensar su agridulce vida. Cuando firmaba como Bada Shanren, escribía los caracteres de forma que asemejaban decir “persona que ríe y llora” (哭笑之人).
Esta firma única resumía muy vívidamente sus circunstancias. Zhu Da fue primero budista y, después, taoísta y compaginó ambos estilos de vida. Al final de sus días, sin embargo, sus creencias religiosas se revelaron como un medio para evitar la persecución del gobierno Qing.

Más lágrimas que tinta
Zhu Da era experto en pintura paisajista y pintura de pájaros y flores. Su estilo era libre y relajado, con trazos simples y concisos. Se podría decir que “apreciaba la tinta como si fuera oro”. Su particular estatus como descendiente del clan imperial de los Ming influyó de forma directa en su estilo pictórico limitando su libertad de creación, por lo que solo podía expresar sus sentimientos de forma implícita. De ahí el comentario del pintor Zheng Banqiao (鄭板橋): más lágrimas que tinta.
Las rocas que pintaba en sus cuadros siempre eran más grandes en la parte superior que en la inferior, haciendo una metáfora del frágil mandato de los Qing manchúes. Los árboles que dibujaba siempre tenían ramas marchitas y viejas, simbolizando su propia soledad. Y los peces y pájaros que plasmaba siempre ponían los ojos en blanco, mostrando desdén hacia todo, despreciando a cualquier ser vivo e ignorando el peligro o menospreciando al enemigo.
Para poder disfrutar verdaderamente de su obra, debemos prestar atención a los poemas escritos en sus pinturas y comprender el significado implícito que hay en ellos. Un buen ejemplo es el que refleja en el poema “Tiyu” (题芋), donde recuerda cómo un monje le ayudó cuando estaba en apuros: “en el acantilado hay un anciano que prende fuego a un taro, agachado y con aspecto de búho, y me lo ofrece en medio de un día nevado”. Sin duda, una verdadera muestra de hospitalidad.
Publicado originalmente en: Revista Instituto Confucio.
Número 36. Volumen III. Mayo de 2016.
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